Deporte (y deportistas), dinero y derechos humanos

Gumersindo Guinarte Cabada PROFESOR DE DERECHO DE LA UNIVERSIDADE DE SANTIAGO

OPINIÓN

Juan Carlos Cárdenas | EFE

17 ene 2024 . Actualizado a las 16:07 h.

A Toni Kroos, centrocampista del Real Madrid, lo abuchean en los estadios de fútbol de Arabia Saudí cada vez que toca el balón. El jugador alemán tuvo la osadía de decir públicamente que no entiende cómo jugadores de primer nivel en la mitad de sus carreras se vayan a jugar allí solo por dinero (pueden ganar muchísimo en cualquier otro país, pero la avaricia es un deseo incontrolable), y que él nunca lo haría por la falta de derechos humanos. Las afirmaciones del futbolista son casi de Perogrullo, pero sorprenden; sorprenden porque nadie, casi nadie, entre los deportistas de élite lo dice.

Veamos una paradoja. En los próximos Juegos Olímpicos de París, ya este verano, los deportistas rusos no desfilarán con su bandera, ni oirán su himno nacional cuando suban a lo más alto del podio. Es una consecuencia, un castigo, por la guerra de agresión de su país contra Ucrania. Y me parece justo si se aplica a aquellos que han hecho manifestaciones de apoyo a la guerra. Se castiga a los deportistas rusos por el delito de su Gobierno, que ha convertido a su país en un Estado agresor, y perpetrador de graves crímenes contra los derechos humanos. Casi todos los deportistas occidentales abandonaron sus clubes en Rusia cuando se inició la invasión de Ucrania, y deportistas rusos fueron despedidos de sus equipos en la Europa democrática. Pero, en cambio, ningún reproche para los deportistas (futbolistas, tenistas, golfistas, pilotos de ralis) que se prestan voluntariamente, y muy bien retribuidos, a una operación de blanqueo de un régimen político que vulnera sistemáticamente, y de forma gravísima, los derechos humanos. Operación de blanqueo, sí, porque no es un hecho aislado que algún deportista caiga por aquellos pagos, como podría ir a cualquier otro lugar. Arabia Saudí tiene un programa que se llama Saudí Visión 2030, regado con miles de millones de petrodólares, que hace posible esos fichajes y la organización de esos eventos deportivos.

Más allá del cinismo y del fariseísmo que supone castigar a unos deportistas por las malas decisiones de su Gobierno, el ruso ahora, y mirar para otro lado cuando los nuestros, muy lejos de necesitarlo, van a demostrar su valía a sueldo de otro Gobierno, el saudí, igual de vulnerador de los derechos humanos, hay algo que a mi juicio resulta mucho más perturbador: que eso no lo hagan los deportistas a título individual o sus clubes, sino los organismos que gestionan el deporte, nuestro deporte. A Toni Kroos le pitaban estos días en la península arábiga porque la Federación Española de Fútbol decidió (más bien, vendió) que la Supercopa masculina de fútbol de España se jugase en Arabia Saudí, y por varios años. La masculina; la femenina no, porque allí eso del deporte femenino no les gusta mucho. Mejor lavamos la cara con un clinic de la seleccionadora nacional femenina y así también le permitimos que enseñen al mundo lo mucho que han avanzado en deporte femenino: ¡ya dejan a las niñas jugar con la pelota!

Hay quien sostiene que llevar competiciones y deportistas a dictaduras absolutistas o teocráticas facilita su apertura. Lo mismo se dijo cuando el mundial de Catar. Y yo digo: si tanto interés tienen en exhibir allí la mejor liga de fútbol, el mejor circuito de golf o el mejor rali, por qué no le decimos, por qué nuestros deportistas de élite no dicen, como Kroos, que primero los derechos humanos (de muchos de los cuales privan sistemáticamente a la mitad de la población, a las mujeres), y luego ya, si eso, ligas, torneos y ralis.

En vez de comprarlas con dinero, que las compren con derechos humanos.