Montserrat, de 46 años, sufre cáncer de mama metastásico: «Ahora solo pienso en luchar»

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez LA VOZ DE LA SALUD

ENFERMEDADES

Montserrat Iglesias, de 46 años, padece una recidiva con metástasis de cáncer de mama
Montserrat Iglesias, de 46 años, padece una recidiva con metástasis de cáncer de mama CARLOS CORTÉS

A los 39 años lo padeció por primera vez y ahora sufre una recidiva

08 may 2024 . Actualizado a las 19:24 h.

Montserrat Iglesias tenía 39 años cuando apareció una sospecha de cáncer de mama. A finales del 2016, después de realizarle una biopsia, se lo confirmaron. Pronto llegaron los apellidos de este: «Era de tipo hormonal, un HER2 positivo, el más común». La noticia, recuerda, fue como un jarro de agua fría: «Lógicamente cuando te dicen que es un tumor maligno, te quedas en shock. Todos tenemos planes y de repente, se paralizan. Llega la incertidumbre de no saber qué te va a pasar».

Pronto empezó con el tratamiento. «Primero con 16 sesiones de quimioterapia y después me quitaron el pecho porque tenía dos tumores de tamaño bastante grande; decidieron que era lo mejor porque había que limpiar bien». Justo ese momento, confiesa, fue uno de los más duros: «Aunque ya iba mentalizada, lo pasé muy mal. Verme sin él, con los drenajes colgando, toda morada… Una cosa es imaginarlo y otra la realidad. Mi hermano me recomendaba que no me mirara al espejo, pero no lo puedes evitar. No paraba de decirle: “Soy un monstruo”». A Montserrat no le pudieron hacer la reconstrucción mamaria al momento y, aunque sí lo planificó unos años después, un inesperado giro de los acontecimientos provocó que «sigo sin tenerla a día de hoy», confiesa.

En esa intervención, a Monserrat también le quitaron 18 ganglios. De ellos, seis estaban afectados. «Y me dijeron que cuando existen más de cuatro, las probabilidades de que vuelva a aparecer son bastante altas», confirma la monfortina.

Un derrame pleural

A pesar de la dura noticia, comenta que su mente dejó a un lado esa posibilidad, centrándose en el presente. A la operación le siguieron otras 25 sesiones de radioterapia y durante dos años y medio, cada cuatro semanas, Zoladex (un tratamiento que se utiliza para aliviar los síntomas del cáncer de mama en estadio avanzado). «Estar pendiente de las pruebas es un mar de sensaciones. Pero con el paso del tiempo, lo vas asimilando y aceptando. Intentas vivir el día, aunque este cambie totalmente», asegura Montserrat. Se encontraba bien, «iba a trabajar y hacía vida normal». Y en consecuencia, aunque no había sido posible en un primer momento, en el 2022 decidió hacerse la reconstrucción de pecho. «Me la iban a hacer con la piel y grasa de la barriga. Ya tenía las pruebas y todo hecho desde junio, pero en junio, todo se truncó».

En una de esas revisiones, le detectaron un derrame pleural; una acumulación de líquido entre las capas de tejido que recubren los pulmones y la cavidad torácica. «Al principio pensé que era un dolor muscular, pero llegó un momento en el que ya me dolía al respirar. Me quitaron litro y medio», explica. Aunque pueden existir diversos factores que lo provoquen, Monserrat cree que solo por el color de ese líquido, los médicos supieron desde un primer momento que el pronóstico no era bueno. «Ya me lo olía. El neumólogo mandó el líquido a analizar y me dijo que podía ser cáncer de mama o tuberculosis. Y yo solo pensaba: ‘‘Por Dios, que sea tuberculosis''».

La recaída

Estuvo unos días ingresada a la espera de resultados y los peores presagios se confirmaron: «Era cáncer de nuevo, el mismo que había padecido hace unos años». Para explicar el porqué, Montserrat habla de células que quedaron en su torrente sanguíneo y que «se reactivan». Concretamente en su caso, «también en los huesos de la pelvis». Sufre metástasis ósea, ganglionar y en la pleura. «Lo normal, según dicen, es que pase al otro pecho. Pero en mi caso no fue así. Recuerdo que cuando me lo dijeron, la primera pregunta que le hice a mi oncóloga fue: ¿cuánto tiempo me queda?».

Confiesa que en esos seis años, la palabra «recaída» nunca había resonado en su cabeza. «Pero cuando se confirmó el diagnóstico de nuevo, ahí sí dije: “Esto es el final”». No fue así. «Llevo dos años y sigo luchando contra la metástasis, aunque ya sabemos que, a día de hoy y por desgracia, no tiene cura». Pero sí hay tratamientos para controlarla y cronificar la enfermedad. «Y en eso estamos, en que no se expanda más. Aunque sé que tengo que estar en tratamiento mientras viva», expresa.

Montserrat Iglesias, de 46 años, padece una recidiva con metástasis de cáncer de mama
Montserrat Iglesias, de 46 años, padece una recidiva con metástasis de cáncer de mama CARLOS CORTÉS

Montserrat volvió a recibir seis sesiones de quimioterapia. Posteriormente, durante casi un año, inmunoterapia. Sin embargo, esta última dejó de funcionar y hubo que buscar alternativas. «Hay quien la recibe durante muchos años, a mí solo me funcionó durante ese tiempo. Ahora estoy con un tratamiento nuevo en el que se combina la quimioterapia con la inmunoterapia. Si este no me hubiera funcionado, sí que me hubieran mandado a un ensayo clínico. Era una posibilidad que estaba presente porque la inmunoterapia no estaba avanzando y al principio, las primeras sesiones de ese tratamiento parecía que no estaban funcionando tampoco. Fue la oncóloga la que me dijo que había que darle tiempo, una oportunidad. Y así fue».

En los días posteriores a la administración del mismo, reconoce que está muy cansada y que sufre efectos secundarios como diarrea o dolor de cabeza. «El cuerpo, obviamente, no es el mismo que antes. Sufres cansancio y dolor de huesos». Además, cuenta que padece un poco de toxicidad en el hígado. Con todo, «la oncóloga me dijo que no era nada importante; llega un momento en el que es normal que el organismo se vea dañado por el tratamiento». También menciona otros efectos secundarios, como mareos o visión borrosa: «Me da la sensación de que no veo igual e incluso procuro no coger el coche porque estoy mareada. Después, a partir de los cinco o seis días, ya me encuentro mejor».

¿Qué es la metástasis?

Para que las células cancerosas puedan salir de su localización original y trasladarse a través del cuerpo necesitan ir reposicionándose alrededor de células adyacentes. Esto lo logran «arrastrándose» mediante la reestructuración de su citoesqueleto y la adhesión de la célula a otras y a la matriz extracelular. Para ello, se tiene que alterar un grupo específico de genes que le permiten desprenderse del tumor. De esta forma, se van trasladando hasta toparse con la membrana basal, una barrera que rodea a los diferentes órganos y tejidos. Para cruzar esta barrera, la célula cancerosa deberá secretar enzimas que le permitan degradar o perforar la membrana.

Una vez fuera, las células pueden moverse a través del cuerpo de varias maneras. Por ejemplo, entrando al torrente sanguíneo, algo que logran comprimiéndose entre las células que componen los vasos. En la sangre, las células tumorales viajan hasta detenerse en un tejido para empezar a crecer, modificando la matriz extracelular en ese ambiente para que sea favorable a su expansión y, finalmente, formando un nuevo tumor. Este proceso se denomina cascada metastásica.

Este camino hacia la metástasis es muy ineficiente, sin embargo, millones de células se pueden separar de un tumor diariamente. Aunque solo una pequeña fracción de ellas tengan la habilidad de sobrevivir y formar un nuevo tumor, el gran número de intentos significa que un crecimiento a distancia es probable en algún momento.

«¿Por qué a mí?»

A pesar de todo, se muestra positiva y reconoce que esa actitud le ha ayudado mucho durante los últimos años: «Es el 50 %, eso lo tengo clarísimo. Si tú intentas estar bien, aunque obviamente es complicado cuando te dan un diagnóstico así, vas a llevar todo mejor. Siempre acompañado de una buena alimentación y ejercicio, claro».

A sus 46 años, Montserrat confiesa que hace «todo lo que la enfermedad le permite». Pero sobre todo, recalca: «No me como la cabeza». Piensa y vive el presente. «No pienso que me voy a morir. Los que tenemos un diagnóstico así parece que tenemos más un pie en la tumba que otra gente, cuando no es así. Nadie sabe lo que va a pasar dentro de una hora o dos. Muchas veces el que está bien, tiene un accidente y se muere».

«¿Por qué a mí?». Esa es la pregunta que asaltó en un principio a Montserrat, pero a la que dice no intentar buscarle más respuestas, gracias a haber acudido a terapia psicológica a través de la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC). «Ahora solo pienso en luchar. Por desgracia, a casi todo el mundo le va a tocar el cáncer cerca y, si no es a él, a un ser querido. Intento llevar la situación lo mejor posible, y en eso estamos».

Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo
Cinthya Martínez Lorenzo

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.

De Noia, A Coruña (1997). Graduada en Periodismo por la Universidad de Santiago de Compostela, me especialicé en nuevas narrativas en el MPXA. Después de trabajar en la edición local de La Voz de Galicia en Santiago, me embarco en esta nueva aventura para escribir sobre nuestro bien más preciado: la salud.