Otro cambio de opinión y ninguna explicación

Francisco Espiñeira Fandiño
Francisco Espiñeira SIN COBERTURA

ESPAÑA

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este lunes en su comparecencia en la Moncloa.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, este lunes en su comparecencia en la Moncloa. DPA vía Europa Press | EUROPAPRESS

30 abr 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Ni una explicación y muchas advertencias. Ese es el balance de los cinco días de silencio autoimpuestos por Pedro Sánchez el pasado miércoles que han tenido en vilo al PSOE y a una parte de Sumar, temerosos de perder el frágil poder que se sustenta sobre las alianzas con los independentistas vascos y catalanes.

El desenlace estaba cantado. Sánchez peleó durante muchos años por ser el primero de la fila y no parecía suficiente una denuncia con recortes de prensa para hacer flaquear al adalid de la resiliencia. Habrá muchos detalles que se conocerán en los próximos días, pero los más mal pensados creerán que el principal objetivo de la maniobra era evitarle el mal trago de las portadas periodísticas a Begoña Gómez tras admitirse a trámite la primera de sus querellas.

El precio ha sido alto, porque un problema doméstico que en estos momentos es menor se ha convertido en el principal argumento de la prensa internacional para abordar la crisis política española. Un manchón en la hoja de servicios de un Sánchez al que le gusta presumir de su buena internacional. «Le tienen envidia porque habla inglés», volvió a repetir el domingo Óscar Puente.

Por lo demás, el presidente del Gobierno sigue sin dar ninguna explicación. Anoche concedió una entrevista a TVE, pero en su intervención matinal ni siquiera dejó entrar a los periodistas a los jardines de la Moncloa. De preguntar ni hablamos. Hace semanas que las interpelaciones en las comparecencias internacionales están más que controladas. Y las dudas siguen amontonándose detrás de una montaña de excusas vacías y argumentarios vacuos.

Nada ha dicho Pedro Sánchez sobre las relaciones de Begoña Gómez con el conseguidor del caso Koldo. Ni siquiera ha denunciado a los periodistas que han contado con pelos y señales algunos de los casos más evidentes. Apenas han desmentido un matiz de un titular, inmediatamente asumido por los autores, mientras la vicepresidenta primera, jaleada por el propio presidente sentado al lado, extendía el fango hacía la pareja de Alberto Núñez Feijoo con una acusación falsa de la que todavía no se han disculpado y que figura en las actas del Congreso.

Sánchez lanzó un mensaje que deja muchas dudas sobre el talante. Advirtió a los jueces de una reforma por las bravas e hizo suyas acusaciones gruesas de los separatistas y la extrema izquierda sobre el supuesto afán prevaricador de algunos jueces. Ya no queda ni rastro de su propia confesión: «Creo en la Justicia incluso en días como hoy». Tampoco se olvidó de la prensa crítica que saca día tras día los papeles más comprometidos para su Gobierno y que han servido para empezar a conocer, por ejemplo, algunas de las irregularidades de la pandemia.

Sánchez ha reflexionado mucho, pero se le olvida que su debilidad parlamentaria seguirá siendo su principal enemigo. Su futuro depende más de Puigdemont que de los jueces. Hasta el siguiente cambio de opinión.