Los 80, los años en los que los coruñeses reservaban los fines de semana para el cine

marta valiña A CORUÑA

A CORUÑA CIUDAD

Las colas por los grandes estrenos fueron constantes para la generación EGB

10 dic 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Recién estrenada, todo apunta a que Napoleón será una de las películas más recordadas y premiada de este 2023 a punto de finalizar. Muchos serán los que acudan a las salas de cine para disfrutar del filme de Ridley Scott protagonizado por Joaquin Phoenix, pero también es muy probable que la mayoría esperará a que la película esté disponible, más pronto que tarde, en alguna plataforma de streaming. Atrás quedaron aquellos años en los que acudir al cine los fines de semana era casi una obligación y la generación EGB hacía cola durante horas para asistir al estreno de E.T. (1982), Los Goonies (1985), El retorno del Jedi (1983), Dirty Dancing (1987), Big (1988) o las tres primeras de Indiana Jones (1981, 1984 y 1989), entre un sinfín de historias que hoy ya son clásicos del cine y despiertan miles de recuerdos cuando las emiten en cualquier canal generalista.

Hay que retroceder 40 años para evocar los ochenta, una década en la que Hollywood y el cine familiar de aventuras triunfaba en las grandes pantallas de A Coruña y eran la excusa perfecta para quedar con los amigos —casi siempre en el Avenida, aunque después se optase por otra sala— o disfrutar de una primera cita que, con suerte, acabaría en beso —no en París, pero sí, quizás, en el París—.

Poco más de un euro (200 pesetas) era suficiente para evadirse durante casi dos horas con La historia interminable (1984), morirse de miedo con El resplandor (1980) y Los chicos el maíz (1984), enamorarse del Tom Cruise del primer Top Gun (1986) o alucinar con Los cazafantasmas (1984).

En los ochenta, los niños y adolescentes coruñeses todavía podían disfrutar del cine en una docena de salas clásicas como el París, el Rex, el Colón, el Rosalía de Castro, el Riazor, el Valle Inclán, los Equitativa, el Goya... «Pero, pese a las largas colas que todavía se formaban en sus puertas los fines de semana, los cines de A Coruña comenzaban a languidecer. Empezaba el declive de las salas que habían sido esplendorosas», cuenta el productor, exhibidor y coleccionista Ignacio Benedetti. «Atrás quedaba la época dorada del cine coruñés», añade rememorando unos años en los que cada barrio tenía su propio patio de butacas, como el Alfonso Molina, en la calle Ángel Senra de Os Mallos; el Finisterre, frente a la plaza de Tornos; el Hércules, en la zona de la Torre; el Ciudad, en la plaza de Azcárraga, o el cine Monelos, en la calle Caballeros.

Los ochenta, concretamente 1986, supusieron también el cierre de un clásico inaugurado en 1939, el cine Coruña, que dio paso a la plaza de la Galera y varios modernos edificios. Antes de su demolición, los cinéfilos de los ochenta alucinaron allí con las escenas en 3D de una de las secuelas del clásico Tiburón.

«Los cines de A Coruña languidecían porque los ochenta fue la época del vídeo y empezó a bajar la afluencia a las salas. Cuando llegaron las salas de Yelmo a la ciudad, a mediados de los noventa, fue un revulsivo para el cine y, aunque las del centro se vieron abocadas a cerrar, volvieron las colas a los multicines como el de Los Rosales, que legó a ser el segundo cine más taquillero de España», explica Benedetti.

No era un entretenimiento caro para los chavales de la EGB y «era una costumbre social ir todos los fines de semana al cine».

Cuando en los cines todavía quedaban acomodadores, aunque no vestían como en décadas anteriores, «cuando parecían domadores de circo», y había descansos en las películas más largas para que los espectadores pudiesen ir a unos baños impolutos, los grandes estrenos provocaban colas kilométricas. «En los ochenta, el Colón era el cine de los grandes estrenos, mientras que los setenta estaba también el Riazor. Además, solo en el Riazor se podían proyectar películas en 70 mm, además de 35 mm y tenían un sistema independiente de sonido (sensurround) que acompañaba a los actores por la pantalla. Era impresionante», expone Ignacio Benedetti, quien de los ochenta recuerda con especial cariño cintas como ¿Quién engañó a Roger Rabit? (1988), The Abyss (1989), «con aquellos azules hipnóticos», Bitelchús (1988), Dentro del laberinto (1986) y, por supuesto, Cinema Paradiso (1988). Porque, como cantaba Luis Eduardo Aute en aquellos ochenta: «Cine, cine, cine. Más cine por favor».