Bucles

Emilio Sanmamed
Emilio Sanmamed LIJA Y TERCIOPELO

BARBANZA

Fotografía de la barra de un bar.
Fotografía de la barra de un bar. Unsplash

02 may 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Ni son fáciles de detectar ni están en el pelo. Del primero del que me percaté fue, cómo no, en un bar. Casi cada fin de semana me cruzaba con la misma persona y acabábamos teniendo la misma conversación. Una y otra vez. A veces yo no me daba cuenta de que tocábamos un tema del que ya habíamos hablado y, supongo, que otras veces él tampoco. No era solo el alcohol, era la fuerza del bucle, la poderosa influencia de la repetición.

Entonces, a la trigésima vez que discutíamos sobre quién era mejor si Cristiano Ronaldo o Ghandi, le dije: «Oye, no te das cuenta de que siempre acabamos aquí, hablando de lo mismo, ¿qué estamos haciendo?» Nos miramos extrañados, como se mirarían dos personajes de un guion mal escrito condenados a repetir las mismas líneas.

Cambié de hábitos. Sustituí el salir de parranda por Netflix. Pelis. Un montón. Todas malísimas. Y un día perdí el mando a distancia dentro del sillón. Me metí a buscarlo y estaba lleno de cosas: ropa interior, sueños, una pistola, libros, una guitarra, tiempo, tiempo, tanto tiempo… Volví sin el mando a distancia y dándome cuenta que había salido de un bucle dopaminérgico para caer en otro. Parece una tontería pero sentía que me habían estafado.

También salí de ahí. Me pregunto si caeré de nuevo en otra espiral o si sigo dentro del bar, dentro del sillón. Es curioso, el viernes bajé a ver al Madrid y me encontré con mi viejo compañero de bucle. Me dice: «Es bueno este Modric, ¿eh?» Le contesto: «Sí, es bueno pero… ¿mejor que Shakespeare?» Y ya siento el origen y el destino converger de nuevo sobre la tapa de tortilla.